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01 diciembre 2020

El año que regresamos a casa, 2020.

2020, el año que nos trajo de vuelta a casa. Hace solo unos diez meses atrás meditaba en la cantidad de horas que pasamos -mi esposa y yo- fuera del hogar atendiendo las actividades laborales cada semana, y la suma de todas esas horas fácilmente sobrepasaban las 40 horas semanales, una tendencia que no busca disminuir, al contrario busca elevarse. ¿Qué más hacemos si cada mes se requiere atender más facturas del gasto familiar? En consecuencia el tiempo de descanso diario, y el tiempo de los fines de semana familiares había venido a ser mínimo. Estábamos corriendo el riesgo de pasarnos toda la vida trabajando, y sacrificando la calidad de vida personal, de pareja y familiar.

Nadie imaginó todo lo que estábamos por aprender, nadie lo olfateo a la distancia ni lo miró a lo lejos mientras se escuchaba en los medios que un nuevo virus en Asía empezaba a enfermar y matar a la población.

Cada época de la vida trae consigo un paquete de demandas para cada familia de clase media, aquella que lucha duro por alcanzar la promesa de lograr un mejor estilo de vida, o al menos, mantenerlo. En nuestro caso, recuerdo que hubo algunos años donde el presupuesto familiar invertido en la educación alcanzó el 80% de nuestro ingreso total, sumado a otros fuertes compromisos financieros. A pesar de haber calculado los tiempos para ir saliendo de éstos, muchas variables fuera de control afectaron los tiempos que te habías programado, y se hizo más difícil.

En marzo de 2020 las caras de la moneda dieron un giro. Fuimos enviados a casa para mantenernos alejados del contagio del Covid-19. Así que dejamos de ir presencialmente a nuestros trabajos; sean oficinas, talleres, estudios, aulas, laboratorios, tiendas, etc. Tampoco pudimos ir a los bancos por muchas semanas a cubrir los compromisos adquiridos, nuestros créditos sufrieron modificaciones -no consensuadas- y recibimos información incierta de nuestros líderes, los alimentos que habíamos logrado almacenar iban llegando a su fin y había que proveer. Fue un tiempo de gran incertidumbre, hubo muchos cambios, todo pasaba en poco tiempo, fue casi violento.

Aprendiendo muchas cosas sobre bioseguridad. Hemos comprado nuevos químicos desinfectantes para el hogar y el carro familiar, hemos llevado mascarillas en público fuera de casa durante todo este periodo especial de la pandemia, utilizamos guantes de látex, toallitas desinfectantes, frascos y frascos de Lysol y otros desinfectantes similares, lavamos los billetes, lavamos el plástico de la tarjeta de debito aunque sea sin contacto, lavamos las bolsa de las compras, desinfectamos nuestro calzado al regresar a la casa, nos lavamos las manos con mucha mayor frecuencia, ya no podemos comer en lugares públicos; ahora los alimentos se compran para llevar a casa. Ahora también desinfectamos el teléfono, el reloj de pulsera, la cartera o bolsa, si es posible nos cubrimos el cabello. Nos volvemos a bañar cada vez que regresamos a casa, lo que conlleva más ropa al cuarto de lavado. En fin, hay una lista nueva de productos y accesorios desechables que se han sumado a la lista de compras de cada semana. 

Tenemos mayor dependencia de nuestro teléfono y de las computadoras. Si es el caso tuyo también desde tu casa realizas muchas labores del empleo en un horario amplio, y algo parecido pasa con las clases de tus hijos que estudian en una versión de cursos presenciales en línea. Y también habrás notado desde hace unos meses se necesitan más computadoras en la familia, lo que a su vez aumentó el consumo del internet domestico. El entretenimiento que buscabas fuera de casa ya no está disponible, ahora utilizas más las pantallas planas para ver contenidos audiovisuales en múltiples y variadas plataformas de video streaming,  y de podcasting, y a veces también hasta para ver la televisión. Así que el WiFi y los espacios de casa se han convertido en un escenario de lucha para que todos puedan, a la vez, atender sus deberes. Pero no termina allí, al finalizar los deberes vemos como cada vez más nuestros hijos atienden su vida social a través de vídeo llamadas en grupo, realizan juegos en línea entre primos y compañeros, y hasta se reúnen para ver películas de forma síncrona para parecer que fueron juntos al cine. Entre otras cosas, también nuestras visitas semanales al templo se han adaptado a video conferencias y a emisiones por streaming a través de las redes sociales, aprendimos a visitar al médico también a través de Zoom y a pagar la consulta en línea.

Otras familias no han pisado con sus pies una tienda o un súper mercado en los últimos meses, no es nuestro caso, éstas se han vuelto diestras en realizar sus compras en línea y las reciben en la puerta de casa o bien, o solo pasan a recoger su paquete de víveres  a la entrada del súper sin bajarse del carro familiar. Muchos emprendedores han puesto al día sus ventas de productos básicos casa por casa. Ahora gracias a los ambulantes completamos las compras en la puerta desde su vehículo, y de esta manera evitamos también salir de casa. Nos ha tocado aprender a lidiar con la banca en línea; con sus virtudes y problemas, ya no es una opción más, ahora se ha convertido en la manera de resolver. Ahora hacemos muchas transferencias electrónicas, más de las deseadas, para resolver casi cualquier necesidad de pago.

El tele trabajo o trabajar desde casa. Eso de trabajar solamente desde casa no es posible en su totalidad, así que no siempre podemos evitar asistir a nuestro lugar de trabajo por algunas semanas, o recibir alguna que otra visita familiar en casa, o salir a la tienda más cercana a comprar algunas cosas urgentes. Guardar químicamente puro el distanciamiento físico o social tampoco ha sido posible pues siempre habrá que enfrentar situaciones que no lo permiten. Lo que -posiblemente- te ha llevado a pasar por algún susto, y has terminado junto a tu familia haciéndote las pruebas rápidas o las PCR para verificar que esos síntomas que ya todos conocemos de memoria resultaron no ser positivos. Resulta que en casa se atienden las labores de la oficina, las clases de los hijos, las compras, las consultas médicas, las visitas al banco, el entretenimiento, las visitas al templo, en fin. Y todo, ocurre dentro de un espacio que solo fue diseñado para ser un espacio familiar.

Las tormentas y las inundaciones. El periodo especial de confinamiento en casa no vino solo, nos visitaron los huracanes ETA y IOTA uno, detrás del otro. Nos trajeron más agua de lluvia de la que necesitábamos al inicio del año; cuando las represas agonizaban por la sequía. El agua llenó ríos, y las casas, en muchas aún no termina de salir, todavía no es posible empezar de nuevo. El hombre solitario que se reeligió gracias al voto rural y la curva Watson no tiene ideas, ni finanzas y hace cadenas nacionales de radio y televisión para tratar de calmar el dolor, el frio, el hambre y el temor de los que lo han perdido todo. El mundo entero tiene problemas con sus propias finanzas gracias a lo prolongado de la pandemia, y la solidaridad internacional puede hacer muy poco ante el tamaño de la necesidad y su urgencia.  Al la mitad del 2020 ya casi no había trabajos, ahora tampoco quedan casas. Solo quedan muchos sueños arrastrados bajo el agua. No podían faltar los molestos y ruidosos helicópteros sin razón, resuenan sobre nuestra cabeza los helicópteros vacíos -sin ayuda- que pasan varias veces al día dando vueltas inútiles, y otro poco por la noche. Vuelan sobre nuestros techos e interrumpen nuestras vídeo conferencias de trabajo y de la escuela, nuestras platicas. Nadie sabe qué hacen a ciencia cierta.

Este año se nos fueron miles de personas o quizás millones, se fue Ennio y también Diego. Los aprendí a distinguir del resto a través de la pantalla; en la gran pantalla y en la chica. A Ennio Morricone, lo admiré en principio por la banda sonora original para los spaghetti western y por La Misión, y desde entonces para cada audiovisual del cine al que él le diseñó alma propia. A Diego Armando -el 10, el pelusa- jugando con una pasión nunca antes vista, haciendo cosas que no había visto en directo, lo descubrí en la pantalla chica del televisor, en la emisión de la FIFA world cup de México 1986, a pesar de solo medir 1.65 metros; era un grande en la cancha, y cuando hacía falta; él solo se daba una mano.

Déborah en casa de sus abuelos en Danlí, El paraíso.

Despedir a los nuestros. Nunca estás completamente preparado para despedirte. Cuando has crecido con alguien, y vivido con alguien prácticamente toda tu vida, cuando ese alguien ha sido literalmente tu hermana mayor a lo largo de tu existencia, cuando has respetado a esa persona en sus mejores momentos como en sus peores momentos, cuando seguiste respetándole estando en total acuerdo como estando en desacuerdo, en sus aciertos, como en sus desaciertos. Cuando te has acostumbrado a ver a esta persona llena de energía, y de pronto ves como una enfermedad le va robando su sagacidad, su chispa, su fuerza, y poco a poco se va apagando su brillo. Hasta llegar al momento en que observas su cuerpo cuando es entregado a la tierra de donde nos formaron, y solo tienes unas pocas horas en ese mismo día para asimilar todo y tratar de decirle hasta pronto con un nudo en la garganta que filtra el ímpetu de tu aliento, atrapando tus palabras y tu dolor. ¡Hasta luego Déborah! Una parte de nosotros se va contigo. Observar y sentir como la forma de tu familia va cambiando al pasar de este año. Aprendimos a lidiar con los sentimientos que tratan de derrumbarte. Solo esto hace que este año sea muy difícil de olvidar.

Mi hermana colaborando en el emprendimiento de sus abuelos.

Este año 2020 nos dejó más. Hemos aprendido a revalorar muchas cosas, el espacio que habitamos, nuestro hogar, la vida y la muerte, los amigos y la familia a pesar de la distancia, y los errores del pasado. El tiempo -cada segundo- ahora tiene otro valor; pasamos de casi no tenerlo; a tener de sobra, pasamos de vivir separados a convivir juntos, a comer juntos, a trabajar y estudiar juntos. Muchos extrañan correr (y regresar infinitas veces en solitario) durante todo el día como una canica -mable- dentro de una caja llevados alocadamente por las fuerzas externas a través de todas las esquinas. Otros atesoramos que nos dio la excusa para volver al hogar.

¿Qué trajo, qué se llevó, qué cambió este inolvidable y sorprendente 2020 a tu vida, y a tu entorno? ¿Qué estamos haciendo para aprovechar todo el tiempo que de pronto ahora tenemos?

Qué estés bien,



18 abril 2020

Las nuevas alarmas del cambio.


Auditorio sediento de noticias.
Los cambios deben abonar para nuestro bienestar, los cambios son para bien, son para mejorar. Cada vez que esté bajo nuestro control, el realizar cambios, los debemos hacer para mejorar el estado actual o anterior, el cambio sirve para dar un salto a un escenario superior o positivo, uno que está más alto. El cambio es la única cosa segura y constante, todo el tiempo en nuestro constante viaje al futuro nos enfrentamos a constantes cambios de todo tipo. El cambio provoca que nos mantengamos en alerta, atentos, expectantes, nos mantiene al pendiente, vivos, abusados, buzos, chivas, pilas, etc.
El mayor agente de cambio se llama la muerte. Todos le tememos, sentimos feo al nomás pensar en ella. Es un paso a lo desconocido, y eso nos aterra. Además, la muerte, está asociada a la sorpresa, y la incertidumbre. Un día llegará de pronto y no vamos a estar preparados. Llegará sin avisar, ni pedir permiso, solamente se deja ir, y terminó. La muerte le abre el paso y espacio a la novedad, a lo nuevo, a la siguiente generación de humanos.
Lo único que hay seguro después del momento de nuestro nacimiento es la certeza de que vamos a morir. Un buen día moriremos, y volveremos a la tierra, de donde fuimos formados. Al menos el empaque, el cuerpo.
Estructura del nuevo coronavirus.
En el último trimestre del año 2019, en Asia dio inicio una enfermedad desconocida, una neumonía atípica; nuestras defensas, hablo de nuestro sistema inmunológico, y también de nuestros conocimientos no la reconocen, y como no sabemos nada, tampoco sabemos como atacarla para defendernos de manera eficiente.
Mapa de Wuhan, en Hubei, China. 
Así que por ahora -COVID-19- tiene la ventaja a su favor. Pero, eso cambiará cuando tengamos el conocimiento suficiente para evitar la infección solamente a través de nuestro sistema inumonológico, y para ofrecer un tratamiento eficaz para sanar a los ya infectados con el nuevo coronavirus. Lo de la vacuna, pudiera ser un escenario a futuro entre 18 a 24 meses más adelante, como mínimo. 
Esta vez se trata de una mutación de otro coronavirus (SARS) que había pasado también de una especie animal (murciélago) a los humanos y cuya epidemia se logró controlar entre los años 2002 a 2004. Este nuevo coronavirus (SARS-Co-2) también tuvo su origen en China (Wuhan, Hubei), todavía no está claro si en el Mercado Mayorista de Mariscos del Sur de China de Wuhan, o algún laboratorio, o si fue en agosto o diciembre del año 2019. Lo curioso, es que tenemos la versión oficial de la OMS que asegura se trata de un virus no artificial, que se originó en los murciélagos, y que luego saltó a una segunda especie desconocida (animal hospedador intermediario), para finalmente volver a saltar a los humanos, y que después éste se pasa de un humano a otro (confirmado el 20 de enero de 2020). Oficialmente China asegura que 27 casos de neumonía atípica dieron la alarma a su sistema de salud el 31 de diciembre de 2019, el confinamiento y las restricciones sociales inician el 22 de enero en Wuhan, China. El genetista molecular de la Universidad Johns Hopkinns -Peter Thielen- ha informado a medios internacionales que solo se han observado de cuatro a diez diferencias genéticas -mutaciones- entre las cepas que han infectado a la población en Estados Unidos y el virus original que se propagó en Wuhan. Algo que se considera normal dado las fallas entre la reproducción de su ARN. En tiempo récord se logró la hazaña científica de identificar este virus, el 17 de noviembre 2019 fue identificado el virus y el 12 de enero de 2020 desde China se comparte su secuencia genética.

Además de la futura vacuna, existe la opción de esperar que la infección afecte al 60% de la población mundial para poder decir que se ha inmunizado el rebaño. Pero, hasta esta fecha el tema de adquirir inmunidad o no, queda en pausa, se presume que solo se generarán anticuerpos, más no la inmunización a segundos o terceros contagios.
Mientras ambas cosas se dan, debemos mantener algunas medidas simples, pero complejas; quedarnos en casa separados del resto de la sociedad en lo que llamamos distanciamiento social, lavar con jabón y agua las manos frecuentemente, cubrir las mucosas de nuestro rostro: Boca, nariz y ojos, y mantener limpio nuestro entorno. Son muchas las personas en el mundo que están conscientes del riesgo que representa esta nueva emergencia sanitaria internacional. Pasaremos a vivir una nueva normalidad, este mundo sufrirá muchos cambios. Nada volverá a ser como era antes del confinamiento en casa.

El drama informativo del nuevo coronavirus. La cantidad de muertes que ha dejado a su paso, se ha convertido en la noticia de mayor interés por varias semanas o meses, se le considera una señal de alarma a la que no podemos dejar de ver. Cada tarde o noche nos acercamos curiosos a los informativos de la televisión e internet para ser testigos de la nueva cifra que en tiempo real publica la Universidad Johns Hopkinns (146,198 muertes a esta fecha). Ese número que nos enfría el aliento, y nos pone la piel de gallina cada noche de esta pandemia. Luego de conocer "la nueva cifra" de fallecidos en este día -otra vez- nos sentimos mal, pues el avance de la infección del nuevo coronavirus, todavía, no muestra señales de llegar a su pico máximo para empezar a bajar. Este temor generalizado a ser infectados, a no lograr un espacio para ser ingresados a tiempo en un centro hospitalario y obtener atención profesional, y finalmente a perder la vida es lo que ha justificado ante la comunidad global a renunciar "voluntariamente" a nuestras libertades, a las enormes perdidas de puestos de trabajo, a limitar la posibilidad de reunirnos en eventos políticos, culturales, deportivos y religiosos, a un debilitamiento gradual de la economía, a la perdida de valor de muchas actividades económicas no esenciales, a una mayor dependencia de las TICs y del internet, a una adaptación abrupta de la educación presencial a la educación mediatizada en cualquiera de sus formas, a la banca en línea, y al gobierno electrónico.
Cada día se repite, sin importar si se trata de una fecha de celebración o descanso, o de un día de teletrabajo (trabajar desde tu casa en línea) recibimos una nueva versión actualizada de la cifra con las muertes diarias, totales, regionales o nacionales. Las muertes de casos confirmados por COVID-19 de cada país, sobre todo la cifra de las ciudades llamadas "epicentro de la pandemia" son impresionantes, y muchas veces abrumadoras. Muchos médicos que atienden el primer frente de batalla están lidiando además, con la depresión a causa de las muchas bajas. La nueva cifra exacta, completa o no, nos vuelve a encender la alarma. Necesitamos un tratamiento eficaz y una vacuna efectiva. La cifra final podrá o no ser confiable, a falta de suficientes pruebas de laboratorio que confirmen con certeza la causa, pero esta incertidumbre es parte de la crisis misma, y por la falta de preparación de los sistemas sanitarios más avanzados y desarrollados, se entiende que tal vez nunca sepamos cuantas víctimas cayeron. 
La agenda de investigación de los medios informativos ha pasado a estar gobernada en su mayor parte por la emergencia sanitaria. Entrevistas a expertos en epidemiología, expertos en salud pública, expertos en seguridad ciudadana, expertos en seguridad, empresarios que buscan reactivar sus operaciones, pacientes recuperados, comentaristas que analizan las cifras oficiales y generan proyecciones del futuro inmediato, comentaristas que analizan la gestión y respuesta de las autoridades a cargo de la emergencia. Lo que no es parte destacada de la investigación, ni del seguimiento de los comunicadores sociales, ni de los titulares de los informativos en un país históricamente marcado por una trayectoria destacada en prácticas oscuras de corrupción y de desvío de fondos públicos a manos particulares de familiares y amigos del grupo en el poder; donaciones de la solidaridad internacional, prestamos internacionales, sobre valoración de compras para insumos de la emergencia, las prácticas disfuncionales de la fiscalía del MP que no inicia ni termina de cumplir su función -misión- social, las leyes -nuevas y antiguas- que no han llevado a los corruptos a pagar por sus actos deshonestos de la administración pública en décadas.
La información dominante mantendrá su actual configuración monotemática; COVID-19, de los últimos meses vividos, y de los que vendrán. Pero curiosamente, hay peores cifras, peores enfermedades, peores crisis sanitarias y humanitarias todas mudas, cubiertas con silencio voluntario, enormes elefantes dentro de la habitación que producen mayor dolor, más muertes, mayor daño social. Toda esta enorme cantidad abrumadora de datos de fallecidos sirve para justificar los cambios que han de asumirse en nombre de la pre-aceptada nueva realidad. Todo ésto forma la perfecta cortina para construir nuevas alianzas, cambio repentino de reglas, nuevos grupos, nuevos socios, nuevas guerras frías, nuevas crisis geo políticas.
La "big pharma" (EUA, Europa y China) como se ha venido a llamar a la élite de la industria farmacéutica global trabajan día y noche por lograr la vacuna, es un tema de ser el primero, es un tema de conquistar un mercado y sacar al resto del juego. Así como el tratamiento que salve al mercado global de la pandemia, es una oportunidad única en un injusto escenario dominado por patentes y el monopolio de moléculas. Con toda la abrumadora difusión de la cultura del temor a la muerte, se asegura que los gobiernos responsables, y los particulares se entregaran -recursos financieros- de nueva cuenta y voluntariamente a las farmacéuticas para asegurar vacunar y tratar a sus pueblos. 
Jinete apocalíptico
Algunas regiones del mundo mantienen en simultaneo dos o más frentes o crisis; la pandemia por COVID-19 y la epidemia de dengue que había llegado mucho antes. Otras regiones enfrentan la pobreza extrema crónica junto al hambre, y ahora además, la pandemia del nuevo coronavirus, a otras regiones la guerra civil y el virus SARS-Co-2, a otros se les juntaron la injusticia social y el abandono crónico de las instituciones sanitarias con este nuevo coronavirus, a muchos otros el cambio climático y la sequía. Pero la mayoría de estos jinetes apocalípticos solo cabalgaban en modo de silencio selectivo, y no se escuchaban sus alarmas.

Foto satélital de los incendios forestales de abril en nuestra región del mundo.
Las otras cifras en tinta gris pálido que también deberíamos conocer, y sobre todo que no debes ignorar si no vives en China, Europa o los Estados Unidos de América. Se trata de cifras -involuntariamente silenciosas- pero muchas veces más impactantes:
Durante los primeros cuatro meses que han pasado del presente año 2020 de la era común el hambre y las enfermedades relacionadas con ésta, han dejado una estela de 2 millones 667 mil 602 personas muertas. En los últimos años el promedio de muertes anuales relacionadas al hambre son de 9 millones de humanos, no vemos una noticia de última hora (breaking news) irrumpiendo nuestros momentos de plácido ocio para informar de éstas. Nadie parece escuchar, ni tomar acciones, no generan empatía. No se enciende ninguna alarma. Hoy por la noche, una de cada 9 personas en el planeta ira a dormir con hambre, con su estomago vacío.
Mientras, en el otro extremo la obesidad matará a 4.72 millones de personas en este mismo año. Hoy tenemos 800 millones personas obesas, y 822 millones de personas que padecen hambre. Las muertes infantiles relacionadas a la pobreza, hasta este cuarto mes del año, han sido de 1'846,159 de niños menores de 15 años. ¿Escuchas algo? Todavía no suenan las alarmas. (Fuente)
Durante el año recién pasado 2019, en nuestra región del mundo -América- se notificaron 3,139,335 casos de dengue grave confirmados, está alarmante cifra incluye a 1,538 personas muertas infectadas por el arbovirus DEN-1, DEN-2, DEN-3, DEN-4, y DEN-5.
En Honduras -en el año 2019- se confirmaron 112,708 nuevos casos, de éstas 180 hondureños murieron.
Arbovirus DEN inmaduro.
En este año 2020, ya tenemos 11,460 casos confirmados y 9 personas más han muerto por el virus del dengue hemorrágico, la mayoría de las veces asociado a problemas con la escasez de agua potable. La cifra mundial de casos, hasta ahora es de 1'221,495 casos confirmados, y 549 muertes en el mundo por el virus del dengue.
En 2012, el cáncer se llevó a 8.2 millones de personas solo en ese año. Hace dos años 9.6 millones de personas murieron en 2018 por causa del cáncer.
En la mitad del año 2019 la población mundial infectada con el virus del VIH sobrepasó a los 24 millones, afectando sobre todo a mujeres en edad reproductiva, el total de personas infectadas por VIH-SIDA que habían muerto hasta 2019 es de 32 millones en 40 años de la epidemia.
Las personas que fallecen por accidentes de tránsito en carros o coches ascienden a 1.35 millones cada 12 meses, el año 2019 en Honduras la cifra fatal fue de 1,407, y de 1,604 hondureños muertos en el año 2018.
Las enfermedades cardiovasculares llevaron a la muerte a 17.5 millones de personas en el año 2012. Solamente en Honduras representan la segunda causa de muerte, y más de 1.5 millones de hondureños las padecen.  Durante el mes de enero se registró 269 muertes violentas, 112 personas muertas hasta el 11 de febrero de 2020. El año pasado (2019) el registro de muertes violentas cerró en 3,996 seres humanos víctimas fatales de la violencia en Honduras.
El cuerpo humano es el anfitrión de cerca de 60 billones (millones de millones) de virus. NOTA: Las cifras antes mencionadas pudieran variar según las fuentes, y las fechas de consulta.

Seguramente hace 5 minutos no sabías nada de ésto. Vivimos en un mundo complejo lleno de retos, desafíos que no son ni pocos, ni pequeños. Por alguna extraña razón estas cifras no siempre están visibles, y no siempre suenan las alarmas ante nuestra consciencia. Como esta pandemia por COVID-19 y los medios de comunicación en su interacción y dinámica diaria nos ha enseñado, no siempre se obtienen las cifras correctas a la velocidad deseada. Pero aquí veo una increíble oportunidad para esta generación de nuevos auditorios altamente demandantes, exijamos a nuestros informativos que además del valor de las divisas, el combustible fósil, y el nivel del agua en las represas. A diario se nos diga como avanzan esas otras cifras silentes, más impactantes y alarmantes, y sobre todo más antiguas.

La población de la tierra se estima
en 7,700 millones de seres humanos. 
No sientas presión por el desconocimiento y la indiferencia, pero hay siete mil setecientos millones de personas hoy esperando a que hagas algo importante y valioso que cambie a tu mundo. Crisis también significa oportunidad.  Este mundo, como tú lo conocías ya pasó, ya todo cambió, bienvenidos a nuestra nueva normalidad. ¿Y tú cuando vas a cambiar?